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El abordaje multidisciplinar de especialidades, clave para la recuperación del paciente después de un ictus

Publicada el: martes, 1 noviembre 2022 | Escrito por Sandra Fernández

En el Hospital Virgen Macarena el grupo de neurólogos, rehabilitadores, terapeutas ocupacionales, cirujanos ortopédicos y fisioterapeutas se encarga de la atención a estos pacientes con el objetivo de lograr su máximo restablecimiento

Hasta un 30% de los pacientes que han sufrido un ictus presentarán discapacidad, y el proceso habilitador está orientado a la recuperación del paciente y su adaptación a los déficits que se mantengan. La atención urgente de los pacientes con accidentes cerebrovascular se encuentra en la actualidad perfectamente protocolizada mediante el Código Ictus, un procedimiento de actuación basado en el reconocimiento de la sintomatología que permita instaurar un tratamiento precoz. Esta estrategia no solo permite salvar vidas sino también minimizar las secuelas que se producen.

En el Hospital Universitario Virgen Macarena un grupo de trabajo multidisciplinar integrado por neurólogos, rehabilitadores, Terapeutas Ocupacionales, cirujanos ortopédicos, logopedas y fisioterapeutas se encarga de la atención a estas personas con el objetivo de lograr su máximo restablecimiento.

Según los especialistas “uno de los signos clínicos que ocurre en numerosas afecciones neurológicas y entre ellas el ictus, es la espasticidad (músculos tensos y rígidos). Supone una importante repercusión para el individuo por la pérdida de funcionalidad y autonomía a que da lugar y consiguientemente una afectación de la calidad de vida”.

La doctora Dolores Romero de la Unidad de Neurorehabilitación del citado hospital explica cómo estos pacientes “corren el riesgo de desarrollar contracturas de los tejidos blandos y deformidades dolorosas de los miembros. Los desequilibrios musculares que se desarrollan suelen dar lugar a posturas características, como el codo flexionado y el puño cerrado, que dificultan el uso funcional de la extremidad superior interfiriendo en la higiene, la movilidad y otras actividades de la vida diaria, así como distorsionan la imagen corporal”.

Existen varios principios rectores a la hora de considerar cómo y cuándo tratar a los pacientes con espasticidad. La planificación para prevenir las contracturas de los tejidos blandos y combatir la espasticidad es fundamental. La doctora Romero aplica inyecciones de toxina botulínica que combinadas con terapia física y ferulizaciones consiguen reducir el tono muscular y flexibilizar el movimiento. Los pacientes que a pesar del tratamiento conservador desarrollan estas contracturas son valorados además en sesiones clínicas conjuntas por la Unidad de Cirugía de Mano del Servicio de Traumatología y Cirugía Ortopédica del centro hospitalario, integrado por las doctoras Ángeles García Frasquet, Nieto y Benito, que valoran si los pacientes son realmente candidatos a la cirugía.

“Aquellos que necesitan una intervención quirúrgica requieren un enfoque integral de la planificación del tratamiento. Además, como en la mayoría de las cirugías de las extremidades superiores, un programa de rehabilitación postoperatoria bien planificado mejorará los resultados” explica Frasquet.

“Aunque la espasticidad se considera a menudo un obstáculo para la función, su mera presencia no es una indicación para operar. Hay manos que deben tratarse quirúrgicamente ya que existen expectativas razonables de mejora de la movilidad, el autocuidado, la higiene o el alivio del dolor ocasionado por las contracturas”, añaden las miembros del equipo de Unidad de Mano.

El Hospital Virgen Macarena oferta esta cirugía desde el 2017, y para las cirujanas ortopédicas de la Unidad de Mano es primordial determinar si los pacientes tienen una extremidad funcional con sensibilidad, propiocepción y control motor voluntario adecuados. En los casos que cumplen estas condiciones se realizan técnicas de tenotomías, alargamientos musculares fraccionados, artrolisis o transferencias tendinosas a múltiples niveles con objeto de mejorar la función.

En aquellos pacientes que no tienen una extremidad superior funcional, puede considerarse la posibilidad de realizar una intervención quirúrgica para facilitar los cuidados y que a la vez consigue incrementar la autoestima de estas personas al mejorar el aspecto físico de sus deformidades.

Los especialistas coinciden con los resultados publicados en la literatura acerca del impacto beneficioso que supone la cirugía en la corrección de la espasticidad del miembro superior en esta y otras patologías neurológicas. Los pacientes están felices de observar el cambio en su imagen corporal lo que redunda en su bienestar psicológico.

Además, la espasticidad se asocia con costes sustanciales de tratamiento farmacológico y rehabilitador, así como de manejo de las complicaciones y apoyo al cuidador. Todo ello puede verse reducido con una intervención bien planificada y la atención postoperatoria integral.

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