El Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) es un virus de la familia de los retrovirus que afecta a las células del sistema inmunitario del ser humano, el responsable de la defensa de nuestro organismo frente a agentes externos. En el caso del VIH, las células que resultan infectadas son los linfocitos T CD4 (glóbulos blancos) que desempeñan un papel fundamental en la coordinación de la respuesta inmunitaria. Por este motivo, al destruir las células CD4, la infección por VIH debilita el sistema inmunitario e impide que este siga cumpliendo su función habitual lo que provoca un deterioro gradual de la salud de la persona afectada. Durante un tiempo, que varía de unos meses a varios años según la persona, el sistema inmunitario es capaz de producir suficientes células CD4 para sustituir las infectadas y además intentar controlar la replicación del VIH. Pero sin un tratamiento adecuado, el virus es capaz de colonizar todo el organismo, provocando una gran disminución en el número de células CD4. En tal caso, el sistema inmunitario se deteriora hasta el punto de que no es capaz de hacer frente a infecciones y enfermedades que habitualmente son inofensivas. Entonces aparece el Síndrome de la Inmunodeficiencia Adquirida, o SIDA.
Una vez que el VIH penetra en el organismo, si la persona no es diagnosticada y no recibe tratamiento, la infección por el VIH evolucionará, por lo general de manera lenta y gradual, y empeorará con el transcurso del tiempo. La infección por el VIH no tratada se divide en diferentes fases según lo avanzada o grave que se encuentre:
El virus puede pasar de una persona a otra a través de 3 vías: sexual, sanguínea o vertical.
En el organismo, los fluidos en los que el virus está en concentraciones suficientes como para tener capacidad de transmisión son:
El virus se puede transmitir a otra persona a través de 3 vías de transmisión:
La saliva, los esputos, la orina y las heces NO tienen capacidad de transmitir el VIH. En contra de algunas creencias populares, el VIH no se transmite por actos de convivencia tales como compartir cama, comida o utilizar el mismo lavabo. Tampoco por abrazar, besar o dar la mano a una persona infectada ni por la picadura de un mosquito.
En la mayoría de las pruebas del VIH, generalmente en centros hospitalarios, se toma sangre del brazo. En estos casos, los resultados pueden estar listos en unos pocos días o hasta dos semanas más tarde. Algunas clínicas emplean otro tipo distinto de prueba (test rápido), en la que se toma una pequeña cantidad de sangre del dedo o saliva de la boca. Los resultados estarán listos en unos pocos minutos. Puedes realizar estas pruebas de forma gratuita en una clínica de salud sexual, en la consulta del médico de cabecera o en un centro comunitario de detección.
Entendemos por carga viral la cantidad de VIH presente en la sangre u otros órganos del cuerpo humano (fluidos genitales, tejidos, etc.) de una persona con la infección. Esta cantidad se mide por el número de copias del virus por mililitro de sangre (copias/mL). En general cuanto mayor es el número de copias (es decir, cuanto mayor es la carga viral) mayor es la invasión y destrucción de células CD4, y viceversa. Por este motivo, la carga viral es un valor indicativo de la capacidad del virus para destruir el sistema inmunitario y, por tanto, advierte del riesgo de aparición de infecciones oportunistas y otras enfermedades. El objetivo del tratamiento antirretroviral es mantener la carga viral indetectable. En general, se considera que una carga viral es indetectable cuando se sitúa por debajo de las 50 copias/mL.
El sistema inmunitario utiliza los linfocitos CD4 como defensa ante la presencia de patógenos. El VIH infecta los CD4. Al hacerlo, impide a los linfocitos cumplir con su función. Como el sistema inmunitario no se activa, las enfermedades e infecciones no encuentran resistencia para extenderse por el organismo. Por ello les llamamos oportunistas. Las enfermedades oportunistas más destacadas son la candidiasis (infección producida por un hongo que afecta principalmente a las mucosas), los cánceres asociados al Virus del Papiloma Humano [VPH] (como el cáncer anal o el de cuello de útero), la infección por Citomegalovirus [CMV] (un virus similar al causante del herpes que puede afectar a la retina y dañar la visión), infecciones intestinales (como las causadas por Criptosporidium o Giardia), el linfoma no Hodgkin (un cáncer de tipo linfático posiblemente de origen vírico), las neumonías por Pneumocystis o de tipo bacteriano y el sarcoma de Kaposi (un cáncer que, como en el caso del linfoma no Hodgkin, podría tener un origen vírico).
IMPORTANTE: El tratamiento antirretroviral impide que el VIH se siga replicando e infectando células CD4. De este modo, estas células inmunitarias pueden seguir cumpliendo su misión y, así, el cuerpo estará en condiciones de reaccionar ante las enfermedades oportunistas.
Son medicamentos destinados a bloquear la replicación del VIH en el organismo y así evitar que disminuya el número de células CD4, las células atacadas por el virus, preservando así los niveles de células CD4 de modo que el sistema inmunitario puede seguir ejerciendo su función de defensa del organismo. Reciben el nombre de antirretrovirales porque van dirigidos contra un retrovirus, el VIH.
De esta manera, se impide que se desarrollen las infecciones y los cánceres oportunistas. Sin embargo, cabe tener en cuenta que los antirretrovirales no consiguen erradicar la infección del organismo, por lo que es muy importante tomar los medicamentos tal como han sido prescritos para mantener el virus bajo control.
Hoy día disponemos de un amplio número de fármacos antirretrovirales para tratar el VIH. Aunque se ha simplificado, su toma sigue requiriendo seguir ciertas pautas, que son diversas para cada medicación, como también lo son sus posibles efectos adversos.
La toma adecuada de la medicación es la clave del éxito del tratamiento. Tomar la medicación de forma irregular favorece la progresión de la infección y la disminución de las células CD4. Además, aumenta el riesgo de que el virus se haga resistente a los fármacos antirretrovirales.
Si tu especialista te ha prescrito uno o varios tratamientos antirretrovirales, puedes encontrar más información sobre la toma y posibles efectos adversos en la hoja de información de cada medicamento que encontrarás en esta web.
El objetivo de los tratamientos antirretrovirales es impedir la replicación del virus, para alcanzar niveles de carga viral indetectables durante el mayor tiempo posible. Conseguir el objetivo terapéutico requiere mantener un elevado grado de adherencia a la terapia antirretroviral, con el fin, además, de evitar la aparición de resistencias y/o el avance de la infección, lo que conllevaría a un mayor riesgo de desarrollo de infecciones oportunistas.
La mala adherencia al tratamiento VIH es la primera causa de fracaso terapéutico. Seguir la pauta prescrita por su médico especialista es fundamental para alcanzar el éxito terapéutico y evitar la aparición de resistencias por parte del virus, ya que si aparecieran estaríamos reduciendo así el arsenal terapéutico disponible para el tratamiento.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) definió el término adherencia como «el grado en el que la conducta de un paciente, en relación con la toma de medicación, el seguimiento de una dieta o la modificación de hábitos de vida, se corresponde con las recomendaciones acordadas con el profesional sanitario».
Para saber más sobre el VIH:
Centros para Test rápido (gratuito) de VIH:
https://www2.cruzroja.es/infoprevencion/hazte-la-prueba
Información y atención a pacientes:
https://www2.cruzroja.es/infoprevencion
https://www.cdc.gov/hiv/spanish/basics/index.html
Información tratamientos VIH:
http://gtt-vih.org/aprende/publicaciones/tabla_farmacos_antirretrovirales
Mitos y realidades del VIH (video):
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