La hepatitis B es una infección producida por el virus de la hepatitis B (VHB), que causa inflamación y daño al hígado. Puede provocar un cuadro agudo (hepatitis B aguda) o cronificarse y que se prolongue en el tiempo (hepatitis B crónica).
La hepatitis B aguda es una infección a corto plazo. Si tiene síntomas pueden durar varias semanas, o en algunos casos hasta 6 meses. A veces el cuerpo puede combatir la infección y el virus desaparece, pero en otras ocasiones la infección se vuelve duradera y desarrolla una hepatitis B crónica. Se estima que del 5% al 10% de los pacientes infectados desarrollan un cuadro crónico (estas cifras aumentan a más del 90% en lactantes y 50% en niños pequeñitos). En estos pacientes, la replicación activa y continua del virus afectando a nuevos hepatocitos, así como la inflamación de larga evolución, ocasionan una paulatina progresión, pudiendo llegar en último término a un cuadro de cirrosis.
También existen portadores crónicos del VHB. Son pacientes con infección persistente por VHB, pero con niveles de transaminasas normales y carga viral (“cantidad de virus”) indetectable. El virus está como “dormido”. Estos pacientes no tienen actividad de la enfermedad pero pueden transmitirla y puede sufrir reactivación del virus por diferentes motivos, la mayoría de ellos relacionados con estados de inmunodepresión (infección por el VIH, tratamiento con inmunosupresores tales como corticoides, quimioterapia…). Se diferencian dos subgrupos:
La detección de los virus de la hepatitis se realiza a través de un simple análisis de sangre. Cuando una persona entra en contacto con el virus el sistema inmunológico responde produciendo anticuerpos. Si existen anticuerpos para el virus de la hepatitis indica que ha habido contacto con él en algún momento de la vida. Existen anticuerpos tipo IgG que indica infección crónica o pasada y tipo IgM que indica infección aguda o reciente. A grandes rasgos:
En la analítica de sangre también se obtiene información sobre el estado del hígado. Las transaminasas son proteínas que se encuentran dentro de las células del hígado (hepatocitos). Hay dos tipos diferentes de transaminasas, la AST y la ALT (también denominadas GOT y GPT). El nivel de transaminasas proporciona información sobre la inflamación del hígado y la destrucción de células hepáticas, pero los valores bajos o normales no excluyen la existencia de enfermedad ni los valores muy elevados indican necesariamente una enfermedad avanzada. La presencia del virus se confirma con otro estudio de sangre llamado reacción en cadena de la polimerasa (PCR). La PCR es una técnica que identifica el material genético de un determinado organismo. Este análisis puede identificar el ADN del VHB en una muestra de sangre, y es el mejor análisis para detectar la infección activa y para la evaluación de la eficacia del tratamiento.
El objetivo del tratamiento es lograr una supresión de la replicación del virus lo más intensa y sostenida posible. Cuando esto sucede suelen normalizarse las transaminasas y también mejoran las lesiones hepáticas, lo que implica una disminución drástica del riesgo de cirrosis y cáncer hepático.
No todos los pacientes con infección por el virus de la hepatitis B necesitan tratamiento. En algunos pacientes el sistema inmunitario logra controlar el virus de forma natural y presentan carga viral muy baja con análisis normales. Este estado se conoce como portador inactivo y tiene muy buen pronóstico sin necesidad de tratamiento.
En la hepatitis aguda solo está indicado el tratamiento con antivirales en el caso de que se trate de una hepatitis grave. Si la hepatitis aguda no tiene criterios de gravedad no es necesario iniciar tratamiento dado que en el 95% de los casos la infección se resuelve sola.
Los medicamentos actuales contra la hepatitis B son muy eficaces para controlar el virus, pero consiguen la curación definitiva de la enfermedad con muy poca frecuencia. Esto hace que el tratamiento de la hepatitis B a veces sea muy largo (años), incluso crónico. Es muy relevante también tomar la medicación a diario para mantener el virus bajo control y evitar la progresión de la enfermedad en el hígado o la aparición de complicaciones.
Los antivirales utilizados en el tratamiento de la hepatitis B crónica son los llamados análogos de nucleós(t)idos: lamivudina, entecavir y tenofovir
El uso de lamivudina, adefovir y telbivudina ha ido disminuyendo dado que presentan un mayor riesgo de generar resistencias. El primero aún se usa en profilaxis cortas de reactivación del virus mientras que los otros dos han caído en desuso en España. Los recomendados actualmente son entecavir y tenofovir debido a su alta potencia antiviral y su elevada barrera a la resistencia. La inhibición de la replicación viral que se consigue con el tratamiento con los análogos mejora evita el progreso del daño hepático, reduciendo el riesgo de complicaciones y aumentando obviamente la supervivencia.
Afortunadamente se dispone de una vacuna segura y eficaz que confiere una protección del 98% al 100% contra la enfermedad.
https://asscat-hepatitis.org/hepatitis-viricas/hepatitis-b/
https://aehve.org/
https://fneth.org/
https://www.hepb.org/languages/spanish/living-with-hepatitis-b/
https://www.saludigestivo.es/enfermedades-digestivas-y-sintomas/hepatitis-b/
https://www.niddk.nih.gov/health-information/informacion-de-la-salud/enfermedadeshigado/hepatitis-viral/hepatitis-b
https://www.clinicbarcelona.org/asistencia/enfermedades/hepatitis-virica
https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/hepatitis-b
ENTECAVIR_profilaxis ENTECAVIR_tratamiento LAMIVUDINA_profilaxis TENOFOVIR_tratamiento