Publicada el: miércoles, 3 noviembre 2021 | Escrito por Sandra Fernández
La cardiopatía isquémica aguda se presenta cada vez con más frecuencia en personas jóvenes, según los últimos análisis. Hasta la fecha existía escasa evidencia sobre su pronóstico a corto y largo plazo, un déficit que se ha pretendido superar con un estudio llevado a cabo en el Hospital Universitario Virgen Macarena. Se ha realizado un registro unicéntrico observacional, descriptivo y retrospectivo de todos aquellos pacientes menores de 45 años ingresados en la unidad de cuidados coronarios tras el diagnóstico de síndrome coronario agudo entre enero de 2010 y abril de 2021.
El trabajo ‘Infarto en jóvenes, cada vez más frecuente’ cuya autoría corresponde a los doctores Carlos Barea y Diego Félix Arroyo, ha sido coordinado por el doctor Juan Carlos García Rubira del Servicio de Cardiología del centro hospitalario.
Se incluyeron de forma consecutiva un total de 256 pacientes, con una mediana de edad de 42 años, siendo el 82% varones. Tal y como muestran las conclusiones presentadas en el ultimo Congreso de la Sociedad Española de Cardiología de la Salud Cardiovascular, el principal motivo de ingreso fue el síndrome coronario agudo con elevación del segmento ST (181 pacientes, 71%). La afectación coronaria predominante fue en forma de enfermedad monovaso (69,6%). En cuanto a la arteria responsable del infarto, la más frecuentemente responsable fue la descendente anterior (51,9% de los casos), seguida de la coronaria derecha en el 34,8% de las ocasiones. El mecanismo fundamental del infarto, el 87,3% de las veces, fue la rotura o la erosión de placa aterosclerótica. La presencia de arteria ocluida en el momento de la realización de coronariografía fue del 61,9%. Estos resultados difieren de los obtenidos en pacientes mayores de 45 años, que presentaban características distintas.
Factores que conducen a los jóvenes al infarto
Ya desde la propia infancia comienza el desarrollo de la aterosclerosis dentro de las arterias, acumulándose grasas, colesterol y otras sustancias en sus paredes. En la adolescencia, estas pequeñas lesiones aumentan con la acumulación de lípidos y dan lugar a la formación de pequeñas placas fibrosas. “En los años siguientes, estas placas crecerían y se agrandarían, pudiendo sufrir roturas y trombosis, que serían las desencadenantes de los eventos agudos como, en este caso, el infarto de miocardio”, explica el doctor Arroyo, uno de los investigadores del estudio.
Si bien no se puede prevenir la aparición de placas de aterosclerosis en nuestro organismo, sí es posible evitar un desarrollo excesivo de las mismas, que es lo que acabaría derivando en la enfermedad cardiovascular. Se han identificado múltiples factores que pueden llevar a este desarrollo excesivo, como son los niveles elevados de colesterol (LDL) en sangre, la tensión arterial alta, el tabaquismo, el sobrepeso o la obesidad, y la presencia de diabetes mellitus.
“Creemos que el infarto es cada vez más frecuente en jóvenes porque estamos viviendo una situación en la se ha producido un importante aumento de los factores de riesgo cardiovascular. Vivimos en una sociedad desarrollada, en la cual los malos hábitos alimenticios y el sedentarismo son muy prevalentes. Evitando estas circunstancias y, en caso de que estén presentes, controlándolas con un estilo de vida saludable, estaremos previniendo que las placas ateroscleróticas acaben derivando en una enfermedad cardiovascular”, aconseja el especialista.
Mayor supervivencia al infarto en jóvenes
“Como sospechábamos, el pronóstico de los pacientes jóvenes que ingresan con infarto es bueno, con una baja tasa de mortalidad tanto intrahospitalaria (1,2%) como en el seguimiento (2%). En los mayores de 45 años estas cifras suelen ser más elevadas: del 6,9% intrahospitalario”, apunta el doctor Carlos Barea, uno de los investigadores del estudio.
No se encontraron factores predictores de mortalidad en el seguimiento o en los reingresos, pero sí se correlacionó de forma significativa con la mortalidad hospitalaria el antecedente de dislipemia.
“Si bien es complejo extrapolar estos datos, la interpretación que le damos nosotros es que la presencia de dislipemia condiciona ya una afectación aterosclerótica importante a nivel de todo el organismo, con el correspondiente deterioro a nivel global que esto implica y que podría condicionar un peor pronóstico durante el ingreso hospitalario”, apunta Barea González.
“En el control lipídico es importante tener en cuenta que no solo debemos buscar controlar el colesterol, sino también los triglicéridos. Estos últimos muchas veces no están elevados como tal por sí solos, sino que suelen ser el reflejo de que hay ya una alteración establecida de los lípidos, por lo que también deben ser tenidos en cuenta y no olvidados. Además del colesterol y los triglicéridos, debemos recordar que existen otras partículas relacionadas con el metabolismo lipídico, que cada vez están teniendo más relevancia en nuestro medio y que seguramente su conocimiento se haga también cada vez más extenso para la población general, tales como las apolipoproteínas”, aclara.
De acuerdo con las Guías de Práctica Clínica de la Sociedad Europea de Cardiología, el colesterol-LDL (conocido popularmente como colesterol “malo”) cuanto más bajo, mejor, especialmente en personas que ya han sufrido un evento cardiovascular. En estos se persiguen cifras inferiores a 55 mg/dl y una reducción de al menos la mitad de cómo estaban dichos niveles antes del infarto. “Mantener estos niveles bajos es fundamental para evitar nuevos eventos en el futuro y, por ello, se recomienda ser muy agresivo con el tratamiento de estos pacientes, utilizando todos los fármacos disponibles en nuestro arsenal y, por supuesto, apoyándonos en unos correctos hábitos del estilo de vida que incluyan una dieta adecuada y la práctica de ejercicio físico regular”, concluye el especialista.